Fernando del Moral: “El valor de las hortícolas en Almería va más allá de lo económico”
¿Cuál es el valor de los cultivos hortícolas en Almería? ¿Cómo mejorar su rendimiento? ¿Qué importancia tiene cuidar el suelo, la nutrición o el manejo del agua para su desarrollo? A todas estas cuestiones responde el experto en horticultura y profesor de Edafología y Química Agrícola en la Universidad de Almería, Fernando del Moral. Una cosa está clara: las hortícolas no son una mera inversión, sino que se convierten en testigos mudos de la historia de un pueblo. ¡Te lo contamos!
Son las protagonistas de esa admirada ‘Huerta de Europa’ y forjadoras de la identidad de cada rincón de Almería. Las hortalizas y verduras, propias de esta zona, registran un importante volumen de la producción: más de 4 millones de toneladas producidas en 2024 -un 7% más que el año anterior- en 62.743 hectáreas de terreno, 33.000 correspondientes a invernadero.
Lo cierto es que hortícolas y Almería siempre han ido de la mano, por varias razones. Además del volumen de producción que generan, estos cultivos son el pilar económico de la provincia, representando más del 84% de su producción agraria y generando miles de empleos directos e indirectos a través de un modelo de invernaderos único en el mundo.
Sin embargo, el valor de las hortícolas no es solo económico -más de 3.000 millones de euros al año-, sino también “social”, tal y como destaca Fernando del Moral, doctor y profesor de Edafología y Química Agrícola en la Universidad de Almería, centro con el que TIMAC AGRO suscribe la Cátedra de Innovación en Cultivos Agrícolas.

El invernadero, techado de virtudes
Una de las principales ventajas que ofrecen los cultivos de invernadero es que permiten varias cosechas al año escalonadas, así como diversidad de cultivos y variedades que no requieren gran cantidad de tierra.
Además, el invernadero “nos permite salir de la estacionalidad que nos impondría el clima, ya que podemos controlar las condiciones en las que cultivamos, al mismo tiempo que aumentamos enormemente la productividad”, expresa del Moral.
Asimismo, “los invernaderos nos permiten controlar con facilidad plagas y enfermedades. Sobre todo si recurrimos al control biológico, que es mucho más eficaz dentro que al aire libre, porque nos libera de la exposición a determinados factores ambientales”, señala.
La fertilidad del suelo, clave
Según expone del Moral, “estamos volviendo a valorar la fertilidad del suelo y el papel de los fertilizantes basados en consorcios microbianos, para lograr que el suelo recupere parte de sus funciones ecosistémicas”.
Eso sí, “es importante que los biofertilizantes se apliquen en unas condiciones en las que el microorganismo puede funcionar”, remarca. Para ello, hay que solucionar los limitantes físicos que suelen presentar este tipo de suelos, arenados en muchos casos, sin labrar y huérfanos de materia orgánica. “Esto da lugar a problemas como la compactación y la biodiversidad limitada, causantes a su vez de otras dificultades, como la salinización”, indica.
Dada esta coyuntura, el experto propone aportar al suelo materia orgánica, descompuesta y saludable para incrementar la biodiversidad y proporcionar nutrientes a las plantas. “Después, conviene incorporar microorganismos u otro tipo de complementos para cumplimentar funciones como la solubilización de fósforo o la fijación de nitrógeno”, apunta.
Pero insiste en que para que el bioestimulante funcione correctamente, tiene que haberse dado un primer paso de cuidado del suelo y manejo adecuado del agua. “La planta es como un deportista: si a una nutrición adecuada le añadimos suplementos proteicos específicos, ofrecerá un rendimiento máximo”, explica.
Y dicta, como conclusión, que “se necesita de un diagnóstico claro y un asesoramiento técnico adecuado para revertir las condiciones adversas y sacar el mayor potencial del cultivo”.
¿Incrementar la productividad?

Otro de los elementos clave en la producción de los cultivos hortícolas tiene que ver con el agua: las técnicas de obtención de energía limpia que permitan trabajar a un menor coste energético, el abaratamiento de los costes de agua desalada o el avance en la regeneración de agua, “de manera que garanticemos ese recursos que para nosotros es la espada de Damocles”, admite.
La clave está en combinar las innovaciones más adecuadas con las técnicas de manejo y riego, además de tener en cuenta aspectos como la rotación y asociación del cultivo. En definitiva, «llevar a cabo una gestión global”, concluye.
La tecnología, en la medida correcta
Tal y como reflexiona del Moral, probablemente las tecnologías más adecuadas en el cultivo de hortícolas de invernadero “son las relacionadas con la gestión climática”. Y detalla: “Ahora mismo estamos muy cerca del tope de producción biológica de los invernaderos. Si se justificasen los costes de producción, podríamos utilizar tecnología semejante a la de Holanda, con iluminación artificial permanente, de manera que las plantas estarían haciendo la fotosíntesis de forma continua…”. Ahora bien, advierte, sería a costa de una enorme dependencia de las energías fósiles, lo cual también nos colocaría en una “situación vulnerable”.
Por eso, del Moral recomienda recurrir a la tecnología, pero siendo muy consciente de las necesidades reales que hay que cubrir. “Es fundamental que el agricultor conozca su finca al detalle, sea consciente de sus puntos fuertes y débiles y disponga, en consecuencia, de una buena estrategia comercial”, apunta.
Una calidad diferenciada, la ‘salvación’ del tomate

Por eso, la vía que abre el tomate local para poder ocupar un lugar prevalente, según del Moral, es la “calidad diferenciada”. “No podemos competir con el tomate a granel, pero sí ofreciendo una calidad diferenciada a un público que la demanda”, afirma. “Cuando hay una diferencia de precio sustancial, además del origen, mira otras cosas. Sobre todo, repara en la calidad extra que ofrece un tomate distintivo como el Raf, Delicia Azul o determinados tipo de Cherry”, concluye.