Manuel Campo Vidal: “Hay que volver la vista al campo”

Manuel Campo Vidal entrevista

El espíritu rural late dentro de Manuel Campo Vidal. Fiel a sus raíces forjadas en un pequeño pueblecito de Huesca, afirma no haberse desconectado nunca de la España despoblada. Con este bagaje, un doctorado en Sociología, su licenciatura en Periodismo, la presidencia de la institución Next Educación y la autoría del libro ‘Crónicas de la España Despoblada’, es capaz de analizar la situación actual de los entornos rurales y los retos de la agricultura del siglo XXI. Al respecto, afirma que “hay mucha gente trabajando para devolver la esperanza a estos lugares”. Con estas credenciales, se convertirá en uno de los ponentes de #AgroDay24, el evento que celebrará la Cátedra TIMAC AGRO-UPV el próximo 29 de octubre. Un encuentro que Campo Vidal considera “fundamental” porque el abordaje integral que plantea, basado en el hombre, el agua y el suelo, “es la mejor manera de hacer avanzar el sector”. De momento, nos ofrece algunas claves para resucitar la vida de los pueblos porque, asegura, “hay esperanza”.

 

PREGUNTA: Se le ha considerado como un altavoz de los problemas de la España rural… ¿el interés le viene por su condición de ‘hijo de la España despoblada’, como usted mismo ha dicho en alguna ocasión?

RESPUESTA: Yo nací en un pueblo de la provincia de Huesca, Camporrells, que entonces tenía 600 habitantes y ahora tiene 139. Con 9 años me moví con mis padres a Barcelona, pero siempre he tenido contacto con el pueblo. Soy hijo de la España despoblada, pero no he desconectado en ningún momento de ella. De hecho, he estudiado Sociología y dirijo una Cátedra de Despoblación y Reto Demográfico.

P: Desde la publicación de su libro ‘La España despoblada’ en 2020, en el que analiza el abandono “imperdonable” del mundo rural, ¿cómo ha evolucionado la situación?

R: Mi libro tiene un subtítulo que dice ‘Crónicas de emigración, abandono y esperanza’. Hay que tener en cuenta que la ‘emigración’ y la despoblación empiezan a finales del siglo XIX. Para entonces, ya hay un millón de gallegos que ha ido a América. Después, en los años 60, en el siglo XX, se produjo el movimiento migratorio dentro de España, cuando un millón de andaluces se desplazó a Cataluña, a Valencia, País Vasco… la emigración es algo secular en España.

Luego llegó el ‘abandono’. Durante muchos años el campo se dejó desatendido; daba igual si sobrevivía o no. No había ningún ministerio ni secretaría que abordase el reto demográfico. Franco hablaba de la importancia campo y de los agricultores pero después no hacía nada para apoyarlos.

Ahora la situación es de esperanza porque hay una movilización ante un problema estructural de fondo que España debe resolver: el 80% de los ciudadanos vivimos en el 15% del territorio. Esto es un desequilibrio desde el punto de vista económico, social y medioambiental. Una coyuntura insostenible, que genera unas sociedades masificadas y, al mismo tiempo, un país despoblado y en riesgo de desertización.

P: ¿Cuáles son las motivaciones para irse del campo?

R: La gente se va al campo en busca de empleo. Por ejemplo, en Barcelona en los años 50, ante la llamada de la SEAT, muchos campesinos pasaron a la escuela de aprendices para transformarse en ajustadores, soldadores, torneros… se produjo una conversión de obrero agrícola con escasas perspectivas de futuro a obrero industrial con posibilidades de asentarse en un nuevo territorio. Y ahora ocurre también que la gente abandona las zonas rurales porque quiere tener otras oportunidades; sale a estudiar y esta iniciativa, salvo que estudie Ingeniería Agrónoma, es como comprar billete de día sin vuelta, a excepción de Navidad o de la fiesta mayor. Pero, entonces, ¿por qué hablo de ‘esperanza’? Porque hay mucha gente en el medio rural trabajando para darle la vuelta a esto:  organizaciones de grupos de desarrollo rural, ONGs y muchas personas que trabajamos con ese objetivo. Eso sí, para conseguir soluciones es importante canalizar bien donde está el problema. Por ejemplo, existe una feria en Salamanca que brinda una solución a la falta de relevo generacional en el mundo rural, poniendo en contacto a personas que se quieren ir del campo y cerrar su negocio con otros que quieren ir a trabajar al mundo rural. Gracias a ello, sumado a alguna ayuda económica, dejan de cerrarse casas rurales, explotaciones agrarias, alguna academia… Con inteligencia y comunicación, hay esperanza para el mundo rural.

Entrevista Manuel Campo VidalP: Entonces, a pesar de la difícil coyuntura, ¿diría que hay un sector que desea volver al mundo rural? Y, si es así, ¿por qué estaría motivada esta vuelta, por el alto coste de la vida en la ciudad?  

R: Hay más gente de la que imaginamos que quiere vivir en el campo, por varios factores: es más tranquilo, tiene más garantías desde el punto de vista de la salud en general y con las enfermedades mentales en particular, por el desarrollo y seguridad de los niños… y también por razones económicas. Es el caso de dos amigos míos, que se han jubilado y por el mismo dinero que les cuesta un alquiler en la ciudad prefieren conseguir una casa en el campo.

Por otro lado, existen nuevos pobladores como, por ejemplo, gente que huye de zonas en conflicto… Conozco a un periodista de Colombia que estaba en esta situación, le pusimos en contacto con una organización de ‘Pueblos con Futuro’ y se le ha ofrecido regentar un bar de Cuenca. Al fin y al cabo son personas que, al proceder de zonas rurales, quieren ir a otra zona rural, que es a lo que están acostumbrados, pero sin violencia ni amenazas.

P: Si ponemos en una balanza la tendencia creciente al abandono y una especie de nueva conciencia rural, ¿cuál sería el resultado?

R: Hemos identificado que sigue existiendo un flujo de salida de los pueblos, pero hay 27 capitales de provincia que siguen perdiendo población. Eso quiere decir que la gente se sigue yendo, por ejemplo, de un pueblo de Palencia a Palencia capital, pero igualmente Palencia capital sigue perdiendo población. Hay un flujo de entrada que no compensa la salida. Al hilo de esto, estamos trabajando para incentivar lo que yo llamo ‘firmes en el territorio’, es decir, las instituciones que mantienen vivos los pueblos: servicios como Correos, Guardia Civil, registradores de la propiedad y notarios, agencias de seguros y el bar. Donde no hay un bar, el pueblo está muerto, porque no hay conversación ni sentido de colectividad. Por eso estamos trabajando en crear bares inteligentes, con Internet, autoproducción de energía… hay muchas cosas en marcha. Lo que sí es importante es enfocarlo de manera práctica; hacen falta soluciones.

P: ¿Cuáles diría que son los problemas más acuciantes de la España rural y qué medidas de dinamización se podrían llevar a cabo para paliarlos?

R: En todos los estudios anuales que presentamos en el Senado sobre los problemas de la España rural – acabamos de presentar el cuarto-, hay uno que destaca: la burocracia creciente. Porque no tiene sentido que para ampliar la casa rural de mi pueblo sean necesarios los mismos permisos e informes que para abrir un local en el Paseo de La Castellana de Madrid. Las propias administraciones están en contra del exceso de burocracia de las propias administraciones, que también es un enemigo para la agricultura. Europa ha querido convertir a los agricultores en gestorías y a los ganaderos en centro de experimentación. Les obligan a mandar los datos por Internet pero, ¿y si no tenemos Internet? Con menos burocracia y más voluntad política, habrá posibilidad de recuperación. Si no, teniendo en cuenta la pirámide demográfica actual, continuaremos en un punto de no retorno en el que nuestra sociedad necesita ser asistida.

P: ¿Harían falta también ayudas económicas?

R: Sí, y también de comunicación de buenas prácticas. Te pongo un ejemplo: en su día, se me acercaron del Ayuntamiento de Belorado, en Burgos, para explicarme lo que hacía su concejalía de Repoblación. Yo publiqué esto, se hicieron dos conferencias y se creó otra similar en Huelva. Si hay una buena práctica, hay que extenderla al resto de los sitios.

Retos de la agricultura en el siglo XXI

R: ¿Cómo solucionar el grave problema del relevo generacional? ¿Cree que el fomento de la tecnología puede ser un buen revulsivo para atraer talento joven y cualificado al sector?

Hay personas de otros países que estarían encantados de trabajar en los campos rurales de nuestro país. Hay muchos terrenos comunales que se podrían poner en marcha y la gente estaría dispuesta a trabajar. Habría que hacerlo de forma ordenada, no aleatoria. En cuanto a la digitalización, siempre es bienvenida; no tiene sentido hacer cosas que la tecnología nos resuelve. Hemos visto avances muy importantes, pero hay que seguir invirtiendo en investigación y motivar a los expertos a investigar para que continúen. En cuanto a la brecha generacional, tengo claro que los agricultores son muy listos: si la ven rentable, la van a utilizar. Y lo cierto es que, cada vez más, descubro ingenieros e ingenieras extraordinarios detrás de muchos agricultores. Me quedo fascinado con su nivel de solvencia.

P: ¿Diría que ese es el perfil del agricultor del siglo XXI?

No todos “entran” en las nuevas tecnologías, por eso se puede establecer un perfil muy concreto. De momento, el agricultor del siglo XXI es una persona sacrificada, con voluntad de servicio, a quienes tenemos que agradecer, junto a los ganaderos y transportistas, haber comido durante el COVID. Son gente muy responsable, pero necesitan acompañamiento por parte de la Administración. No puede ser que vayan saliendo normas y que ellos tengan la sensación de que van en su contra. Necesitan un poco de comprensión y simplificación de las exigencias.

R: En la pandemia hubo una revalorización de los productores. ¿Ese sentimiento colectivo se ha olvidado o sigue vigente en la sociedad?

Esa esperanza se empezó a disipar porque las cosas se olvidan. Es importante que la agricultura no retroceda espacio, y también que no nos limitemos a traer alimentos de fuera, porque eso supondría un problema de soberanía alimentaria. También considero que el mundo urbano está en deuda con el mundo rural. Se disipó un poco ese movimiento de apoyo… hay que volver la vista al campo.

P: De todo ello hablará en el evento #AGRODAY24 que celebra TIMAC AGRO junto a la UPV el próximo 29 de octubre… ¿Por qué es importante este tipo de eventos para hacer avanzar al sector?

R: Hay una dinámica de avances que deben ser dados a conocer o de lo contrario estaríamos trabajando probablemente en la misma dirección, malgastando esfuerzos, así que cualquier evento de esta naturaleza es una manera de poner el termómetro para saber si estamos en la ruta correcta resolviendo los problemas de la España rural.

P: ¿Diría que el hombre, el agua y el suelo, los tres bloques temáticos sobre los que gira el encuentro, son también tres pilares fundamentales sobre los que gira la agricultura del futuro?

R: Me pareció muy interesante cuando vi esta estructuración de la Jornada: el hombre, el agua y el suelo, porque es exactamente lo fundamental. Tengo la impresión de que muchas veces se hacen reuniones de esta naturaleza pero demasiado temáticas o demasiado parciales, y hacer un planteamiento global e integral creo que es la mejor manera de avanzar en el conocimiento, en la solución y en la difusión de las buenas prácticas.